Nonagésimo cuarto horizonte por donde vagan todos esos eludidos del día
y aludidos de la noche, el petrificado y el licuado de todas esas gemas
preciosas que destila la vida en reposo…
Alambique de palabras que nacieron intuidas como musgo en la garganta,
como sentir de rasgo débil, como edén
amable para todos los desdobles que amar
de la vida…
Horas inocentes de perfil adictivo delictivo, lapsos de tiempo con
umbral y sin mirada, metamorfosis seda de la larva sonámbula de los días…
Confundidos sobre una cornisa de delirio donde despertar respirando
toda esa primavera de los desvaríos, con el aroma de una flor que se abre al viento
de los desatinos…
Palabras expiación de este mundo que parten en un navego dormido, extraños
del sentir en desacostumbre del vivir, apoderados de esa vida sonámbula que en
su desnudo transparente nos encanta…
Palabras de casos y cosas, un nido de hilos que se tejen en un tul etéreo
paño incendiado de hogueras místicas donde recoger el calor de todo aquello que
calo…
Palabras donde nacer, hacer y ser… amnesia de aquí y de allá, espejo de
acá a allá… cenizas que nunca fueron Fénix, pero fueron lo que son, mucho más…
Palabras de mirada acantilada, de sin visión de vida en rebelión de mirar, de pulverizados del néctar de todas esas plagas dormidas de los mejores latentes…
Palabras de mirada acantilada, de sin visión de vida en rebelión de mirar, de pulverizados del néctar de todas esas plagas dormidas de los mejores latentes…
Palabras desordenadas, desestructuras, inconexas, abstraídas y
flotantes, nidos donde ir sin quedarse, refugios donde volar sin viajar, sentir
alojado sobre una caricia de vida, sobre transparencia y espejo, vigía sin
mordaza del sentir de las cosas…
Algo tendrían que contar las estaciones, algo dirán las terminales
de aeropuerto, los bares donde nacieron las palabras de nuestras canciones…
Quedó algo de nosotros en esos lugares, es una historia que se escribe en la breve intensidad de las primeras luces… y los conserjes de noche cuidan de los horizontes…